Tregua temporal entre Trump y Xi: lo que significa para Taiwán

Alicia Gª Herrero (Natixis) | Si el objetivo de la reunión del 30 de octubre entre el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente chino Xi Jinping, en Busan, Corea del Sur, era aliviar las tensiones comerciales, se puede considerar que está a punto de lograrse. Los “aranceles de fentanilo” estadounidenses sobre China se redujeron a la mitad, al 10%, acercando los niveles arancelarios estadounidenses a las importaciones procedentes de China a los aplicados a otras economías asiáticas.
A cambio, China acordó reanudar las importaciones de soja estadounidense (lo que no supone un gran avance) y, lo que es más importante, posponer los controles de exportación de cinco elementos de tierras raras (REE) anunciados a principios de octubre. Sin embargo, los controles separados de las exportaciones chinas anunciados en abril sobre siete REE, incluidos el galio y el germanio, ambos críticos para las industrias de defensa y semiconductores, siguen firmemente vigentes. En otras palabras, Trump no ha logrado hacer retroceder el tiempo en materia de REE, lo que deja a China con una potente palanca estratégica para futuras disputas.
Sin embargo, la ventaja de China en este acuerdo es más limitada de lo que hubiera esperado. Xi podría haber querido plantear la cuestión de Taiwán y obtener garantías de Estados Unidos de que no apoyaría la independencia formal de Taiwán, pero esto no se materializó. Beijing también presionó para que Washington levantara los controles de exportación de los últimos semiconductores de inteligencia artificial de Nvidia (el Blackwell B30A), pero Trump parece haberse mantenido firme.
Finalmente, el acuerdo entre Estados Unidos y China que surgió de la reunión tiene una fecha de vencimiento de un año, lo que subraya su fragilidad. Según los precedentes, podría desmoronarse antes –quizás abruptamente– si cualquiera de las partes decide retirarse. Para animar a los mercados que esperaban avances más sustanciales en el acceso a los mercados y la inversión china en Estados Unidos, Trump dijo que visitaría Beijing en abril.
Por tanto, parece que Estados Unidos y China han acordado una tregua, por ahora. Los mercados han reaccionado con justificada cautela. Sin embargo, es posible que los inversores todavía estén subestimando los riesgos de que Trump pase de la coerción económica a la coerción del poder duro. Horas antes de reunirse con Xi, Trump ordenó al Pentágono que reanudara las pruebas nucleares, realizadas por última vez en 1992.
Este cambio no debería ser una sorpresa. China ha estado ampliando su arsenal nuclear, pero Estados Unidos mantiene una clara superioridad en capacidades nucleares. Trump puede intentar utilizar esta ventaja para estrechar alianzas. Dos anuncios recientes refuerzan esta interpretación: el compromiso de Estados Unidos con el acuerdo de seguridad entre Australia, el Reino Unido y Estados Unidos (AUKUS) y la aprobación por parte de Estados Unidos de un submarino nuclear de Corea del Sur, ambos anunciados poco antes de la reunión de Busan.
En general, la cumbre evitó los peores resultados (ningún enfrentamiento directo sobre Taiwán, ningún nuevo acuerdo sobre chips avanzados), pero aun así reveló la vulnerabilidad de Estados Unidos al utilizar la presión económica contra China. Las ganancias de Estados Unidos son mínimas (exportaciones de soja y un alivio parcial de las restricciones a los REE) y se obtienen a costa de exponer la dependencia económica de China. Mientras tanto, China conserva su ventaja en la cadena de suministro, aunque con una mayor conciencia de que lo que está en juego –y la desconfianza mutua– es mayor que nunca. China puede tener una ventaja táctica a corto plazo, pero el giro de Trump hacia las señales militares abiertas podría marcar una fase más peligrosa.
Notablemente ausente de la agenda estuvo Taiwán, un eterno punto conflictivo en las relaciones entre Estados Unidos y China. Trump declaró explícitamente que “Taiwán nunca surgió”, implicando que China pudo haber dejado de impulsar el tema a pesar de sugerencias previas de que podría abordarse. Esta omisión parece indicar la firme postura de Washington contra las concesiones sobre el estatus de la isla. Antes de las conversaciones, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, tranquilizó proactivamente a los funcionarios taiwaneses, enfatizando que el compromiso de Estados Unidos con Taiwán permanece inalterado y que no se harían concesiones importantes en las negociaciones comerciales con Beijing. La comunicación de Rubio, incluida una llamada con el Ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, subrayó esta determinación y calmó los temores en Taipei de que el aliado democrático pudiera ser canjeado por acuerdos más amplios. El Ministro de Relaciones Exteriores de Taiwán, Lin Chia-lung, se hizo eco de esta confianza y afirmó que los lazos bilaterales son fuertes a pesar del contexto de alto riesgo. Por ahora, este cortafuegos diplomático preserva el apoyo de Estados Unidos a la seguridad de Taiwán, evitando escaladas inmediatas por cuestiones como la venta de armas o el Estrecho de Taiwán.
Económicamente, sin embargo, la cumbre inclina la balanza hacia Beijing. El recorte arancelario del fentanilo mejora la competitividad de las exportaciones de China, particularmente en productos químicos y precursores, permitiendo una penetración más rápida en el mercado estadounidense. Mientras tanto, Taiwán languidece bajo un arancel recíproco del 20% sobre sus importaciones, impuesto a principios de este año sin alivio recíproco, lo que supone una carga para sectores tradicionales como el ensamblaje de productos electrónicos, los textiles y la maquinaria. Estas industrias, ya presionadas por la feroz competencia de China (con el RMB débil frente al dólar de Taiwán), ahora enfrentan aún más presión por los aranceles más bajos de Estados Unidos sobre China.
La pregunta entonces es si Taiwán podrá llegar pronto a un mejor acuerdo con Estados Unidos, reduciendo los aranceles desde el nivel actual del 20%. Los optimistas señalan intereses compartidos en semiconductores y resiliencia de la cadena de suministro, donde TSMC de Taiwán tiene influencia. Sin embargo, Washington -a través del Secretario de Comercio, Howard Lutnick- llegó con una petición bastante fuerte a principios de octubre: la llamada regla “50-50” que exige que Taiwán produzca la mitad de sus semiconductores avanzados –particularmente aquellos destinados al mercado estadounidense– en suelo estadounidense. El gobierno de Taiwán ha rechazado firmemente la propuesta, y el viceprimer ministro Cheng Wen-tsan declaró el 1 de octubre que la isla no aceptará tales condiciones, citando imposibilidades logísticas y la necesidad de mantener su ventaja global en la fabricación de chips a través de TSMC. A pesar de que las conversaciones comerciales en curso muestran avances al 31 de octubre, la demanda 50-50 sigue siendo un punto conflictivo.
En definitiva, la tregua a la guerra económica entre Estados Unidos y China alcanzada por Trump y Xi es una pausa frágil con implicaciones para Taiwán. Con las elecciones intermedias en Estados Unidos y las presiones internas, en cualquier momento podría producirse un estallido de la complicada relación, por lo que Taiwán debe estar más alerta que nunca.